*Por
José Cercas
Nadie
te destacó entre las sombras,
a
ti que jugabas con la tierra
a
ser la parte indivisible del barro.
A
ti que te escondías para descubrir, en los labios,
los
secretos del asombro,
la
voz de la primavera entre los dientes y el beso.
Nunca
llegaste más tarde de la alegría,
ni
tan siquiera fuiste la cenicienta,
aquella
de los ojos claros y el corazón ausente.
Tu
cometa nunca subió a lo más alto del vuelo,
ni
construiste castillos de mazapán sobre la mesa.
Nunca
tus labios recorrieron el improperio
más
allá del silencio acristalado de tu casa.
Pero
te llevaron a la selva más amarga de la noche,
donde
las hienas de voz en sangre
lamen
a sus presas antes de devorarlas.
Tomaron
de tus carnes la más adolescente,
la
carne más urgente de tu cuerpo de niña,
y
hundieron el deseo en tus senos blancos
también
la saliva y el improperio
probaron,
entonces, de tu cadáver el tacto perdido.
Nadie
te destacó entre las sombras
pero
tu cuerpo mancillado tiritó
sobre
la tierra fría del crepúsculo.
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