domingo, 13 de octubre de 2013

LA ESQUINA SUPERIOR DEL ALA DE LA MARIPOSA




* Por Chelo Pineda Pizarro


Dobló con esmero la esquina superior del ala de la mariposa y la depositó delicadamente sobre la cama. Recorrió con la mirada las diversas estancias de la casa y comprobó satisfecha que todo estaba como ella había previsto. Diversos retales de tela de su vestido de novia se repartían por la cocina, el salón, el dormitorio y el cuarto de baño. Variaban de tamaño, pero no de forma, y en ellos estaba escrita una fecha. La primera riña, la primera cachetada, el primer tirón de pelos, la primera paliza…

El retal de la cocina hacía mención a aquella vez que tras horas preparando tamales, su marido los arrojó al suelo con un gesto despectivo diciendo que le pidiera la receta a su suegra. La mariposa encima de la tele recordaba aquella vez que le gritó: ¡Ya, cállate, estúpida, qué sabrás tú de política!

Pero ahora todo eso no importaba. Había soportado golpes y humillaciones por el bien de su hija. Pero ella ya se encontraba lejos. Cruzó el río y ahora cuidaba de dos niños regordetes y de mejillas sonrosadas. Veinte años guardando el dinero entre las enaguas de su vestido de novia. Sisando de aquí y de allá. Cosiendo por las noches, acudiendo a la maquila, arreglando habitaciones en las Posadas del Amor, donde había visto de todo menos ese sentimiento que anunciaban los neones.

Con la mariposa de la cama, acababa de dar forma al último trozo de tela de su vestido nupcial. Era la más grande, pero allí también había sufrido las más graves afrentas. El cuello y los puños de encaje, adornados con los botones de nácar heredados de la abuela, estaban en la bolsa que le había entregado a su hija para que se salvara.


Imagen cedida por la autora.

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